El Rosario de la Virgen María
Jonathan Rodríguez
Ha llegado el mes de mayo, mes de las madres prácticamente en el mundo entero. La iglesia dirige su mirada en este mes a nuestra Madre María.
Conocemos a la Virgen por diferentes nombres o advocaciones que son las distintas formas de nombrar o referirnos a la Santísima Virgen, pero en definitiva es la misma María de Nazaret, la madre de Jesús. Ordinariamente muchos cristianos, por falta de formación, confunden esos distintos nombres con distintas santas o “virgencitas”, como suelen llamarle. La Madre de Jesús es la Virgen María. Y los católicos solemos “apodarla” o “piropearla” en formas distintas, según el lugar de la devoción o el acontecimiento relacionado, si se trata de una aparición.
Una de las prácticas de la devoción mariana es el Rosario, la cual nos ayuda de una manera sencilla y breve dar un repaso por las escenas más relevantes de la vida de Jesús, por así decirlo, conectándonos con Jesús haciéndonos acompañar con María como guía y auxilio de los cristianos. Así como Ella permaneció acompañando a los apóstoles, luego de la muerte y resurrección de nuestro Señor.
Pero la sociedad ha llegado a pensar que el rosario o la devoción mariana son de uso exclusivo de los Sacerdotes, religiosas o religiosos, así como de las señoras que antes de cada eucaristía se presentan en las iglesias y oran con este instrumento. Adoptamos modelos de oración de otras denominaciones religiosas cristianas las cuales excluyen a María y otras costumbres o signos sacramentales de la iglesia porque nos parecen más sentidos o espontáneos.
Sin embargo, en los últimos años he visto cómo un buen grupo de jóvenes se unía al rosario de la aurora. En las iglesias muchos grupos de jóvenes rezaban en grupo esta oración popular. Permítanme que comparta con ustedes en estas líneas una sencilla reflexión, desde la realidad juvenil, sobre el Rosario. Decir juventud es decir camino de crecimiento, tiempo de maduración personal, búsqueda de un proyecto de vida.
En esta tarea no siempre es fácil encontrar modelos adecuados en los que inspirarse y, sin embargo, cuando tenemos delante un buen modelo que seguir, el desarrollo de ese proceso o camino de juventud se hace más fácil. En medio de la plural y diversificada oferta de modelos que hoy pueden encontrar en nuestra sociedad, el Papa Juan Pablo II, fiel a esa sintonía con los jóvenes, nos recuerda que Cristo es el mejor modelo para cualquier muchacho o muchacha de todos los tiempos.
“Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre el hombre. (…) Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado.
Siguiendo el camino de Cristo, (…) el creyente se sitúa ante la imagen del verdadero hombre. Contemplando su nacimiento aprende el carácter sagrado de la vida, mirando la casa de Nazaret se percata de la verdad originaria de la familia según el designio de Dios, escuchando al Maestro en los misterios de su vida pública encuentra la luz para entrar en el Reino de Dios y, siguiendo sus pasos hacia el calvario, comprende el sentido del dolor salvador.
Por fin, contemplando a Cristo y a su Madre en la gloria, ve la meta a la que cada uno de nosotros está llamado… De este modo, se puede decir que cada misterio del rosario, bien meditado, ilumina el misterio del hombre” (RVM 25).
Se trata, pues, de hacer de nuestro tiempo de juventud un tiempo para configurarse con
Jesucristo, el nuevo y auténtico modelo de persona. El Rosario, camino de contemplación de los misterios de Cristo, es una oración para aprender de María a contemplar el rostro de Cristo, modelo para cualquier joven. Les invito a hacer del rosario una oración en la que recordar a Cristo con María, comprender a Cristo con María, configurarse a Cristo con María, rogar a Cristo con María y anunciar a Cristo con María.
Ya ves, el centro es Cristo. Lo hacemos en compañía de María, nuestra madre y maestra, que nos lleva de su mano. Déjense llevar por Ella y al contemplar su rostro diríjanle esta pequeña oración: Madre quiero ser como tu Hijo.